6 de septiembre de 2010

Decimotercera Crónica de “Un Viaje a Corea”, por Juan Nogueira

Decimotercera Crónica de “Un Viaje a Corea”
- Duodécimo día en Corea -

Juan Nogueira López
para el blog
“Corea Socialista”
(Descargar en PDF)

En Corea no se celebra la Navidad. No es nada sorprendente: son un país de tradición confuciana y budista, no cristiana. Además, el Estado es laico y las festividades están ligadas, generalmente, a fechas revolucionarias como el día de la Liberación de Corea o el Día del Trabajador.

Sin embargo, creo que en realidad, en Corea hay un motivo mucho más fuerte para no celebrar la Navidad: ¿por qué poner los árboles de plástico y la decoración hortera un mes, si la puedes poner todo el año? ¡En serio! Es increíble la cantidad de plantas artificiales, lucecitas, bolas y telas que decoran los interiores en Corea. Si me hubiese dedicado a grabarlos, ahora mismo no tendría espacio en el ordenador para esta crónica.

En fin, como estaba programado, hoy he tenido mi última clase y en este caso la temática ha sido sobre el papel que juega la juventud bajo el capitalismo y en los procesos revolucionarios. La profesora me puso ejemplos de cómo durante la Segunda Guerra Mundial, 35'000 jóvenes recibieron en la Unión Soviética conmemoraciones por su osadía y sacrificio. También en la lucha revolucionaria china -el movimiento del 4 de mayo, en concreto- la juventud fue la vanguardia.

Y, como no, especialmente en Corea, los jóvenes tuvieron un papel destacado en la lucha. De hecho, los comunistas adultos se dedicaron durante mucho tiempo a luchar entre ellos por el liderazgo dentro del partido, pero con una escasa influencia de masas. Fue la juventud comunista la que tomó las armas y derramó su sangre en las montañas de Corea en la lucha por expulsar a Japón de la Península. Los comandantes guerrilleros de entonces apenas sobrepasaban los veinte años.

Me caracterizaron aquellos rasgos que suelen poseer los jóvenes y cuáles hay que potenciar y de qué formas. También me explicaron que cualquier Revolución asegura su futuro en función de la importancia que le dé a la juventud. Con la juventud no cabe ser neutro, o se la educa para que sea libre y para que tenga criterio -es decir, se le dan conocimientos científicos sobre la naturaleza y la sociedad- y esto implica educarla como revolucionarios, o se pierde a la juventud, que caerá en el consumismo y el hedonismo.

Me estuvieron ampliando mucho este tipo de ideas, pero no creo que sea oportuno extenderme. Lo que sí me sorprendió fue el alto nivel de la profesora, miembro del partido y con enorme fluidez en el inglés. Estuvimos hablando un buen rato tras la clase y me dijo algo que suelen repetir los coreanos: no nos copiéis. “Estudiar nuestras experiencias, nuestras ideas y nuestro socialismo, pero no lo copiéis porque probablemente no sea útil en España. La Revolución en España no puede ser una copia ni de la de Cuba, ni de la soviética, ni de Corea. Tiene que ser una Revolución adecuada a vuestras condiciones y vuestra realidad, donde toméis lo mejor y lo que os sea útil de otros, pero sin seguidismos. Estudiad y aprended de nosotros, pero con espíritu crítico.” Suena bien, ¿no?

Cambiando de tema, un asunto del que no he hablado es que he conocido a las parejas de mis guías. Hoy he conocido a Kim Mung Ju, la compañera de Kimsito. Ella prefiere que la llamen Perla, que es lo que quiere decir su nombre. Habla un castellano perfecto, con cierto acento de Perú, donde vivió tres años.

Es profesora en la Universidad de Lenguas Extranjeras, aunque de vez en cuando trabaja como traductora. Es joven y muy atractiva.

El compañero de Kimsita tiene 33 años y es bastante moreno de piel. Habla también un muy buen castellano y trabaja en Radio Pyongyang, en su versión en castellano. También ha sido locutor de varios documentales en castellano.

Estuvo viviendo en Angola, como traductor de los asesores norcoreanos en varias industrias del país, ya que también domina el portugués. El momento culmen llegó cuando me propuso que trabajara en Pyongyang como corrector de los textos que traducen al castellano. Yo les dije que quizás más adelante, cuando finalice mi periodo de Secretario General.

Llegó la hora de la comida y una batalla culinaria. Sólo comentaré una cosa. El arroz coreano es el alimento que más se parece al agua: no tiene olor ni tampoco sabor. Sí tiene color: blanco, aunque corren rumores de que en 2012 también conseguirán una versión definitivamente transparente. Ahora en serio, es posible preparar arroz blanco sin ajo ni sal, pero nunca imaginé que un país entero pudiese prepararlo a propósito así y considerarlo como una delicia.

Por la tarde visitamos la fábrica de cables de Pyongyang. Es la única de todo el país en esta materia y la más grande y moderna del mundo, según me explicó su director. Cuenta con 1200 trabajadores, repartidos en seis plantas.

Producen cables eléctricos, cables de fibra óptica, así como todo tipo de productos de plástico y algunos conductores. Me extrañó ver artículos a base de plástico, ya que es un derivado del petróleo, del que Corea carece. Cuando pregunté sobre este asunto me explicaron que se fabrican a través de resinas que abundan en el país, por lo que la producción es “jucheana”.

Había algunas máquinas algo más antiguas pero en perfecto estado, que tenían impreso “Ernest Thälmann, DDR”. En otras palabras, maquinaria importada de Alemania Oriental.

De hecho, según me explicó el director, la fábrica abrió en 1958 y se construyó con ayuda de los países socialistas. Sin embargo, desde hace décadas, funciona con tecnología, cuadros y materiales exclusivamente coreanos.

Como todas las fábricas del país, es un recinto amplio donde abunda la propaganda política, donde se expone públicamente las fotografías de los obreros modelo y también la puntuación diaria alcanzada en función de la cantidad y calidad producida. En función de los puntos, se da mayor o menor remuneración al final del mes.

En la fábrica, como en todas, también hay un museo narrando la historia. En ella hay diversas condecoraciones que ha obtenido por su aportación a la economía nacional.

La compañía cuenta con su propio equipo artístico y zonas de recreo dentro del propio recinto, que se encuentra dentro de la ciudad de Pyongyang.

Me sorprendió encontrarme niños dentro del recinto de la fábrica. La verdad es que no sé cómo desde el imperialismo aún no han aprovechado para manipular este asunto y decir que en Corea existe explotación infantil.

Pues bien, la presencia de niños en el recinto de esta empresa -y de cualquier otra- se debe a que toda fábrica cuenta con su propia guardería, donde los padres pueden dejar a sus pequeños mientras trabajan. En los descansos, a la hora de la comida o al irse a casa, los padres pueden recoger a sus hijos y compartir con ellos unos momentos.

A las 4, tenía entradas para ver a la Orquesta Sinfónica Estatal. Su sede es un edifico antiguo, construido al poco de triunfar la Revolución, en una de las verdes colinas de Pyongyang. El edificio fue restaurado en 2007, es de mármol blanco y tiene una preciosa escalinata y una fuente.

Dentro, la acústica perfecta y las instalaciones son modernas. La orquesta es de una calidad impresionante, a un nivel que pocas en el mundo pueden superar.

El repertorio se compuso básicamente de composiciones coreanas, revolucionarias y de estilo tradicional. También música clásica europea y música soviética. La última canción estaba dedicada a Kim Jong Il. Cuando la canción estaba finalizando, los músicos se pusieron en pie y gritaron una consigna de apoyo a su líder. El teatro entero rompió en aplausos, incluso sin haber terminado la canción. Narro esta anécdota porque, a pesar de lo incomprensible que resulte para el público occidental, este tipo de sentimientos son genuinos y están muy presentes en Corea.

No sólo eso, cuando estuve en la cervecería, así como antes de que empezara hoy el concierto y en otros momentos, no es raro escuchar a norcoreanos hablando sobre “Uri Changunin” o “Kim Jong Il dongji” (formas cariñosas y respetuosas de referirse a Kim Jong Il), así como “Juche sasan” o “Songun tchonchi” y otras claves políticas del país. Para ellos, su realidad socialista es algo muy real y que tienen muy presente.

Incluso una de las canciones que los norcoreanos bailaban y cantaban en la playa, tocada por un bañista cualquiera con su acordeón, estaba dedicada al Partido del Trabajo de Corea.

Volviendo a la Orquesta Sinfónica Estatal, me llamó bastante la atención cómo había varios directores que se iban turnando en función de la canción. En total eran tres, una de las cuales era mujer.

Cuando terminó el concierto, volvimos al Hotel Koryo. En realidad, yo tenía poco tiempo, ya que a las seis tuve una reunión en otra zona de la ciudad. Pero aproveché para ir a uno de los bares del hotel a comprar Pokka. Para variar, la camarera tuvo problemas para tener dinero suelto con que darme la vuelta.

El Hotel Koryo casi podría llamarse Complejo Hostelero y Hotelero, ya que tiene más cafeterías que ningún otro hotel que conozca.

En la planta baja, hay una tetería grande, donde dan helados de frutas inmensos -servidos en copa de cristal- y a precios bastante razonables. El té verde coreano es bastante aceptable.

Además, hay una cervecería que sirven cañas, con cerveza que se fabrica en el propio hotel. Tienen rubia y tostada. Sólo he probado la primera y su sabor me recuerda a la Budweiser, aunque más rica y más fuerte.

Por último, en la planta baja también hay una tienda de souvenirs, donde se pueden adquirir bebidas y comida.

En la planta -1 hay un karaoke y la cafetería de la piscina, donde se puede jugar al billar.

Más billares hay en la planta 3, en una bar donde las camareras tienen la feliz costumbre de no estar en la barra nunca. La mayoría de las veces están riéndose y hablando con las trabajadoras del “office center”, desde donde hay acceso a internet, fotocopiadoras, estudio fotográfico y locutorio. La otra opción, cuando no hablan, es ver la televisión de plasma, especialmente cuando echan series chinas o norcoreanas. Nada que ver con ese estereotipo de trabajador robótico que el imperialismo afirma que existe en Corea y que, en realidad, es el que el propio capitalismo desea en sus propios países.

En la planta 3 hay, además, una librería y otra cafetería, decorada con árboles de navidad y otros elementos extraños. En este caso, las camareras simplemente son de otro mundo. Son los seres más felices del mundo, se ríen y vacilan a todos los clientes y nunca tienen cambio, por lo que recurren a todo tipo de estratagemas para conseguir que les dones la vuelta.

Finalmente, en el piso 44, hay un restaurante giratorio, desde el cual, las vistas de Pyongyang son espectaculares. El problema es el precio para turistas que cobran por las bebidas.

Cuando por fin conseguí mi Pokka, bajé al hall del hotel, desde donde me llevaron al Hotel Chongnyon, regentado por la Liga Juvenil Socialista “Kim Il Sung”. Toda su plantilla y la administración del hotel son miembros de la organización.

El hecho de que sea un hotel juvenil no quita que sea coreano, por lo que no nos llamemos a engaño: tiene 30 plantas, 465 habitaciones y, aunque más austero que el Hotel Koryo o el Yanggakdo, sus instalaciones son muy aceptables.

El Secretario de Relaciones Internacionales es un viejo conocido, que según me vio comenzó a abrazarme y a sonreír. En la reunión tuvimos la traducción simultánea de Perla, compañera de Kimsito. Tratamos algunas propuestas ambiciosas que trabajaremos y anunciaremos a su debido tiempo.

Tras la reunión, me invitaron a un banquete y a cerveza y vino. Fue una buena forma de terminar el día... ¡Mañana a Sariwon!


Juan Nogueira López


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